Los hermanos Karamázov - El Gran Inquisidor
El Gran Inquisidor es un relato y un monólogo escrito por Fiódor Dostoievski e incluído en la novela 'Los hermanos Karamázov', concretamente se concede su autoría a Iván Fiódorovich Karamázov y situado en el libro V, en la segunda parte. Primero hay que dar importancia al hecho de que el relato se narra a Aléxei Fiódorovich Karamázov, hermano del narrador pero también miembro de un monasterio, con lo que es como si todo lo que se dice se dijera directamente a la iglesia y así contestará Alexéi, aunque si la discusión no sobrepasa el tono fraternal es porque se lo dice en una conversación entre hermanos y con ese objetivo: una discusión familiar amistosa. Sé que el principio de la entrada suena a comentario de texto pero (no, de momento no estoy tan perturbado) quiero marcar la importancia de este relato fuera del libro.
En primer lugar se compara el tono del relato con otras obras que existen realmente, como aquella que describía Victor Hugo: 'Le bon jugement de la très sainte et gracieuse Vierge Marie' y 'Camino de la Virgen María entre sufrimientos', con lo que se parte de la base de que respeta la santidad, la bondad y hasta la existencia de los personajes santos. Es decir, Dostoyevski cree en Dios o al menos respeta las Sagradas Escrituras.
Paso a resumir el relato en sí: Sucede en Sevilla, el día posterior a un auto de fe en que se han quemado a 100 acusados de herejía por los Santos Inquisidores (sólo puedo pensar en ellos como los personajes del célebre sketch de los Monty Python). Es en ese día cuando el Señor baja con sus hijos y realiza milagros. El Gran Inquisidor, al reconocerle, le apresa y le dice que será quemado por ser enemigo de la Iglesia. Es decir, Jesucristo, el hombre cuya figura está representada en los iconos que ornamentan las iglesias, que Él mismo erigió en su primera venida al mundo, será quemado en un auto de fe por hereje.
A partir de este momento se deja a un lado el relato para pasar al monólogo y ensayo sobre el papel de la Iglesia en el mundo cristiano y la extensión de su poder.
Son muchas las ideas que se desarrollan, exponiéndose unas tras otras, por lo que es difícil componer un texto que las incluya a todas y mantenga una cohesión aceptable. Intentaré no cometer el fallo de resultar muy esquemático, pero lo prefiero antes que perder algún detalle por el ansia de la adaptación. El principal argumento que se esgrime es que en la Iglesia católica, quien menos importancia tiene es Cristo, por tanto no son sus mandatos ni sus promesas (es decir, las Sagradas Escrituras) lo que debe guiar al pueblo cristiano. Esto es debido a que Él dejó en manos de Su Iglesia el poder de arreglar y dirigir a sus seguidores. Su vuelta tiene como consecuencia que ese poder vuelve a Él, mientras que el papel de la Iglesia queda relegado, sin misión, algo que, empezando por el Gran Inquisidor, no están dispuestos a tolerar.
Se introduce y explica detalladamente una cuestión básica de la filosofía de la época (de Dostoyevski, siglo XIX y que aparece en todos los manuales): el hombre no desea la libertad, el hombre necesita estar sometido a alguien de mayor poder que garantice su felicidad y seguridad y, en el caso de la religión (no sólo de la cristiana, ésta es la base del porqué de la existencia de cualquier religión), la idea de una existencia tras la vida terrenal.
Él, sin embargo, quiere que el hombre sea libre, completamente libre, y que sea su propia voluntad la que le lleve a seguir su camino. Si esto es así lo que sucede es que el hombre no soporta el peso de tener que elegir un poder, de la libertad, y negará Sus palabras y lecciones.
Como Él quería esa libertad del hombre, no confía en el milagro, el misterio o la autoridad (Se hace un resumen de la historia de las tres tentaciones del Diablo o del salto desde el pináculo del templo, provenientes directamente de la Biblia y con las que se demuestra esto). Si confiara en el milagro o el misterio, el pueblo le habría creído inmediatamente, pero atada a esos hechos. La Iglesia, sin embargo, sí usa estos medios para captar adeptos y por ello declara milagros, santifica a beatos y amenaza con la condenación eterna en el infierno a los pecadores.
La sentencia definitiva del Gran Inquisidor al Preso es que no le siguen a Él, sino al Papa, al poder terrenal sobre la Tierra, que "tomó la espada de los Césares y tiene como misión extender su gobierno por todo el mundo". Ojo, 'su gobierno', no 'Su gobierno'. Cuando esto suceda, la Iglesia podrá dar a los hombres la auténtica felicidad, no tendrán que elegir a quién seguir, será la que ostente el poder supremo. Incluso les permitirán pecar según a ellos les convenga (Tal vez una reverencia al noble negocio de la venta de bulas episcopales: "¡Qué malo has sido! Reza 10 padrenuestros y deja aquí una propina"). Será por tanto la Iglesia quien tenga el poder de decidir el bien y el mal, y quién merece la salvación eterna o el castigo.
En este respecto se refiere también a los elegidos de Jesús (aclaro que nunca nombra ni este nombre ni ninguna otra denominación directa, siempre se refiere a 'Él', 'El Preso', incluso 'el Señor'), aquellos que son fuertes de alma, espíritu, fe, aura...que no hayan sido pecadores, vaya. Pero el Gran Inquisidor le recrimina, "¿No tendrías que salvar a todos por igual?" por lo que el débil será seguidor (no tendrá más elección pues se verá dominado bajo su yugo) de la Iglesia aún cuando Él le rechazó. Con todos estos argumentos, sentencia el Gran Inquisidor: "Pues si ha habido alguien que ha merecido nuestra hoguera más que nadie, eres tú. Mañana te quemaré. Dixi ('he dicho')." Y termina todo este gran aparte, se vuelve a la novela. Durante un momento la narración ha adaptado unos colores brillantes, al volver a la historia con los personajes habituales destaca más que nunca que no estamos leyendo una historia de apolíneos héroes con elevadísimos ideales, sino de seres humanos, que es lo que vinimos buscando.
Aléxei replica furioso, como es normal en alguien que forma parte de un monasterio frente a las graves acusaciones que se han hecho contra la institución de la Iglesia. Sus argumentos son que la Iglesia ávida de poder y de extender su gobierno en todo el mundo es la de Roma, no la ortodoxa (estamos en Rusia), y que sólo buscan sucios bienes terrenales. La conversación -no llega a lo que entendemos estrictamente por discusión porque Iván no lo permite- continúa girando sobre estos aspectos hasta que Aléxei le dice apenado que no puede pensar esas cosas y pretender, como dice, llevar en un futuro una vida virtuosa. La respuesta de Iván es que puede aguantarlo porque es un Karamázov.
Aquí una explicación de qué significa esto: quien puede permitirse decir esto porque, al fin y al cabo, son palabras que ha puesto en boca de un personaje es Fiódor Dostoyevski. Sé que no hago más que buscar la huella del autor bajo cada alfombra de terciopelo que aparece en la historia, pero me parece ver su firma a cada paso. Para mí, esta discusión ha sido Dostoyevski diciendo su opinión sobre la Iglesia, pero en vez de llamarlo 'ensayo' y publicarlo aparte, se atreve a decírselo a otro personaje que pertenece a la Iglesia, anticipando de este modo las críticas furibundas que recibiría de cierto sector de los lectores (lo que le pasa a Iván). Además con fines argumentales, esta conversación podrá levantar dudas en Aléxei en un futuro.
El resto del capítulo y del libro está recogido en la entrada correspondiente ('Pro y contra').
'NOBODY EXPECTS THE SPANISH INQUISITION!!".
A partir de este momento se deja a un lado el relato para pasar al monólogo y ensayo sobre el papel de la Iglesia en el mundo cristiano y la extensión de su poder.
Son muchas las ideas que se desarrollan, exponiéndose unas tras otras, por lo que es difícil componer un texto que las incluya a todas y mantenga una cohesión aceptable. Intentaré no cometer el fallo de resultar muy esquemático, pero lo prefiero antes que perder algún detalle por el ansia de la adaptación. El principal argumento que se esgrime es que en la Iglesia católica, quien menos importancia tiene es Cristo, por tanto no son sus mandatos ni sus promesas (es decir, las Sagradas Escrituras) lo que debe guiar al pueblo cristiano. Esto es debido a que Él dejó en manos de Su Iglesia el poder de arreglar y dirigir a sus seguidores. Su vuelta tiene como consecuencia que ese poder vuelve a Él, mientras que el papel de la Iglesia queda relegado, sin misión, algo que, empezando por el Gran Inquisidor, no están dispuestos a tolerar.
Se introduce y explica detalladamente una cuestión básica de la filosofía de la época (de Dostoyevski, siglo XIX y que aparece en todos los manuales): el hombre no desea la libertad, el hombre necesita estar sometido a alguien de mayor poder que garantice su felicidad y seguridad y, en el caso de la religión (no sólo de la cristiana, ésta es la base del porqué de la existencia de cualquier religión), la idea de una existencia tras la vida terrenal.
Él, sin embargo, quiere que el hombre sea libre, completamente libre, y que sea su propia voluntad la que le lleve a seguir su camino. Si esto es así lo que sucede es que el hombre no soporta el peso de tener que elegir un poder, de la libertad, y negará Sus palabras y lecciones.
Como Él quería esa libertad del hombre, no confía en el milagro, el misterio o la autoridad (Se hace un resumen de la historia de las tres tentaciones del Diablo o del salto desde el pináculo del templo, provenientes directamente de la Biblia y con las que se demuestra esto). Si confiara en el milagro o el misterio, el pueblo le habría creído inmediatamente, pero atada a esos hechos. La Iglesia, sin embargo, sí usa estos medios para captar adeptos y por ello declara milagros, santifica a beatos y amenaza con la condenación eterna en el infierno a los pecadores.
La sentencia definitiva del Gran Inquisidor al Preso es que no le siguen a Él, sino al Papa, al poder terrenal sobre la Tierra, que "tomó la espada de los Césares y tiene como misión extender su gobierno por todo el mundo". Ojo, 'su gobierno', no 'Su gobierno'. Cuando esto suceda, la Iglesia podrá dar a los hombres la auténtica felicidad, no tendrán que elegir a quién seguir, será la que ostente el poder supremo. Incluso les permitirán pecar según a ellos les convenga (Tal vez una reverencia al noble negocio de la venta de bulas episcopales: "¡Qué malo has sido! Reza 10 padrenuestros y deja aquí una propina"). Será por tanto la Iglesia quien tenga el poder de decidir el bien y el mal, y quién merece la salvación eterna o el castigo.
En este respecto se refiere también a los elegidos de Jesús (aclaro que nunca nombra ni este nombre ni ninguna otra denominación directa, siempre se refiere a 'Él', 'El Preso', incluso 'el Señor'), aquellos que son fuertes de alma, espíritu, fe, aura...que no hayan sido pecadores, vaya. Pero el Gran Inquisidor le recrimina, "¿No tendrías que salvar a todos por igual?" por lo que el débil será seguidor (no tendrá más elección pues se verá dominado bajo su yugo) de la Iglesia aún cuando Él le rechazó. Con todos estos argumentos, sentencia el Gran Inquisidor: "Pues si ha habido alguien que ha merecido nuestra hoguera más que nadie, eres tú. Mañana te quemaré. Dixi ('he dicho')." Y termina todo este gran aparte, se vuelve a la novela. Durante un momento la narración ha adaptado unos colores brillantes, al volver a la historia con los personajes habituales destaca más que nunca que no estamos leyendo una historia de apolíneos héroes con elevadísimos ideales, sino de seres humanos, que es lo que vinimos buscando.
Aléxei replica furioso, como es normal en alguien que forma parte de un monasterio frente a las graves acusaciones que se han hecho contra la institución de la Iglesia. Sus argumentos son que la Iglesia ávida de poder y de extender su gobierno en todo el mundo es la de Roma, no la ortodoxa (estamos en Rusia), y que sólo buscan sucios bienes terrenales. La conversación -no llega a lo que entendemos estrictamente por discusión porque Iván no lo permite- continúa girando sobre estos aspectos hasta que Aléxei le dice apenado que no puede pensar esas cosas y pretender, como dice, llevar en un futuro una vida virtuosa. La respuesta de Iván es que puede aguantarlo porque es un Karamázov.
Aquí una explicación de qué significa esto: quien puede permitirse decir esto porque, al fin y al cabo, son palabras que ha puesto en boca de un personaje es Fiódor Dostoyevski. Sé que no hago más que buscar la huella del autor bajo cada alfombra de terciopelo que aparece en la historia, pero me parece ver su firma a cada paso. Para mí, esta discusión ha sido Dostoyevski diciendo su opinión sobre la Iglesia, pero en vez de llamarlo 'ensayo' y publicarlo aparte, se atreve a decírselo a otro personaje que pertenece a la Iglesia, anticipando de este modo las críticas furibundas que recibiría de cierto sector de los lectores (lo que le pasa a Iván). Además con fines argumentales, esta conversación podrá levantar dudas en Aléxei en un futuro.
El resto del capítulo y del libro está recogido en la entrada correspondiente ('Pro y contra').
'NOBODY EXPECTS THE SPANISH INQUISITION!!".
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