Amy, la chica detrás del nombre (reseña)
Amy, la chica detrás del nombre es sin lugar a duda el mejor biopic que he visto. Lo más impresionante que consigue el director, Asif Kapadia, es transformar la vida de Amy Winehouse en un guión cinematográfico. La fluidez y sentido del ritmo con las que el montaje une las entrevistas y las imágenes reales de la cantante es espectacular. Quizás dé la sensación de que iba con muy pocas expectativas de ver algo sorprendente, pero quedé impresionado. Me gustaba su música. La conocí con su segundo disco, Back to Black y no fue hasta mucho más adelante que escuché su primer trabajo, Frank. La música que nos dejó es la columna vertebral del documental, haciendo un gran trabajo a la hora de contextualizar —gracias a entrevistas a amigos y gente de su entorno— las letras de las canciones con las circunstancias que la rodeaban en ese momento. Es una buenísima introducción a los dos discos que grabó para todos los que no la hayan escuchado más allá del celebérrimo Rehab, la verdad. Los fans, que probablemente hayan visto ya los otros documentales sobre la artista, pueden tener la tranquilidad de que el documental no sólo aborda la historia de la artista desde el respeto, sino desde el amor más absoluto.
Dice en el documental su amigo y primer mánager Nick Shymansky que te hacía sentir la persona más importante del mundo para después hacerte sentir que no valías nada. No es exactamente eso lo que transmite el documental, pero sí consigue que sientas que tienes una amistad al personaje que no existía antes. Hay momentos en que parece que te están contando la historia de una amiga común y sientes alegría por sus éxitos y dolor por su evolución posterior, que está contada siempre por personas de su entorno y especialistas que la trataron.
Por tanto es muy destacable la labor documental que han llevado a cabo para la película y la valentía a la hora de no dejarse nada en el tintero, desde, obviamente, las adiciones de Amy Winehouse hasta la relación con Blake, pasando por su relación con su padre y hasta la época en que los chistes sobre su salud estaban a la orden del día. No se corta un pelo a la hora de mostrar lo que ocurrió —sobra decir que el padre no quedó muy contento cuando le enseñaron el primer corte de la película completa— y en parte es esta capacidad de juzgar a todos y no casarse con nadie la que también separa a este documental de otros que también tratan sobre Amy Winehouse, como The Untold Story u otros mencionados en la propia película.
En resumen, la mejor cualidad de Amy, la chica detrás del nombre es que es una película muy buena y, además, un documental bien fundamentado y estructurado, que toca en todos los detalles de la vida de la artista tristemente fallecida que puedan interesar a sus seguidores y a un público en general. Es una lección perfecta para cualquiera interesado en hacer un documental: si quieres interesar a un público que no esté especialmente versado en el tema que estás tratando, haz todo lo posible porque sea una buena película. Mi última recomendación es que, si es posible, optéis por verla en versión original subtitulada en cualquiera de los cines que ofertan esta opción por el simple hecho de escuchar la voz de los protagonistas. También os aconsejaría que os deis algo de prisa si queréis verla en el cine. Hay que agradecer a Vértigo Films que hayan decidido traernos este documental y hayan conseguido que se proyecte en una cantidad decente de cines, merece mucho la pena.
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