Birdman o La inesperada virtud de la ignorancia (reseña)
Con Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia, Alejandro Iñárritu se pregunta si la fama es algo que se consigue o si tiene precio, Riggan Thomson (y Michael Keaton) es famoso por haber interpretado al superhéroe Birdman en el cine. Ahora, sin proyectos profesionales de calidad se embarca en interpretar una obra teatral que él mismo se ha encargado de adaptar y producir para conseguir el prestigio artístico que nunca ha tenido. Le acompañan su agente (Zach Galifianakis al borde de un ataque de nervios), su hija Sam (una Emma Stone muy desaprovechada), su exmujer (Amy Ryan), sus compañeras de reparto Andrea Riseborough y Naomi Watts y su contrincante en escena Mike (Edward Norton).
La película nos muestra el proceso de ensayos de la obra desde la perspectiva de Riggan. Iñárritu lleva esta forma de narración al límite, no solo enseñándonos lo que el personaje ve, si no lo que piensa y lo que cree ver. Para conseguirlo construye la película entera en un falso plano secuencia y ciertas escenas en las que Riggan usa los poderes de Birdman. En el trailer de la película ya aparecían este tipo de efectos, lo que luego utilizará para criticar al público que esperaba una comedia o incluso una película de superhéroes cotidiana en el cine de hoy en día.
Desde mi punto de vista, ahí en donde se equivoca un poco. Creo que la película hace un gran trabajo de presentar unas situaciones que, pese a no ser completamente originales, completan una historia (la del protagonista) redonda, en la que su viaje llega a una conclusión satisfactoria para el espectador —que no necesariamente feliz—, pero hay ciertas metáforas visuales como el último discurso de Birdman o el monólogo de MacBeth en las que se ve demasiado al director y demasiado poco el reflejo de la psique de Riggan. Esto es probablemente lo que más echa para atrás al espectador medio que, simplemente, se tropiece con esta película. No se puede juzgar a tu público dentro de tu obra porque sabes que va a pensar que la película es aburrida como hace Iñárritu en un momento en que tira la cuarta pared, sin reflexionar sobre qué estás haciendo para que eso suceda.
Nos enteramos de la vida del resto de personajes siguiendo el mismo plano secuencia, pero los detalles más privados de su vida en bastantes ocasiones no se relacionan con Riggan. Al fin y al cabo, la lucha de Riggan por volver a ser popular empieza con su vida personal y las relaciones que ha estropeado debido a su progresiva pérdida de fama. Es un concepto interesante que intenta usar lo que el público ya sabe de los actores (que están muy acertados en sus interpretaciones) en los personajes, como el éxito de Michael Keaton interpretando a Batman o los rumores de que es imposible trabajar tranquilamente con Edward Norton. El resto del elenco consigue salir al paso con desenvoltura de un guión difícil de interpretar por la cantidad de dificultades técnicas que acompañan al rodaje de una plano secuencia, y en algunos casos lo hacen a pesar del guión, como es el caso de Emma Stone. El problema de su papel es que, por más profundidad, por más fragilidad que intente imprimir al personaje de Sam, su trama es la que más ideas abandona tras presentarlas en una única escena, como la del poder del anonimato o su romance con Mike. Una verdadera pena.
A nivel técnico la película es sobresaliente. Consigue hacernos olvidar la cantidad de trucos que son necesarios para que el formato que emplea funcione y lo hace con soltura. La música cobra también especial importancia en algunos momentos de la película y confirman 2014 como el año de las baterías.
Birdman es una gran película que se desmarca en muchos aspectos del cine que estamos acostumbrados a ver, pero que, por desgracia, se ve perjudicada por el abandono de la trama de los personajes secundarios y el diálogo que el director intenta mantener con el espectador, que rompe la subjetividad con la que está contada el resto de la historia de Riggan.
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