Los hermanos Karamázov - II
Abarca el segundo libro de la primera parte, titulado ‘Una reunión inoportuna’.
El stárets Zosima no se enfada ni se ofende. Fiódor Pavlovich ameniza la escena con el monólogo del viejo bufón, en el que aún dudas si está siendo sincero o sólo intenta avergonzarles. Mientras, el narrador ha dejado de contar la historia como biógrafo y ha pasado a ser un narrador normal y corriente.
Ante Zosima, Piotr y Fiódor reaccionan hostilmente; el primero por envidia de que ese ser frágil, que con tan poco vive, sea venerado como un santo. El segundo porque ante alguien tan puro, no soporta su propia maldad. Habla de la vergüenza, de que sólo intenta agradar, de la mentira, pero no consigue despertar repugnancia o rechazo en el stárets, que cuando llega la hora de irse, coge su gabán y su sombrero y se marcha.
Después va a hacer de oráculo con las feligresas que esperan ante las puertas de la Iglesia, a las que responde con un “vencerás no perderás’, y allá se apañe usted con qué ha querido decir. No es que quede claro que les está mintiendo, pero el tono de las respuestas, adaptado a cada caso y que llega, veladamente eso sí, a contradecirse, lo indica.
Sin embargo nada de lo que dicen contiene la opinión de Dostoyevski, hasta que llega la madre de Lise, la niña inválida. Si el escepticismo que demuestra esta mujer no es cosa del autor, al menos muestra ser una inquietud suya que quiso plantear: ¿Por qué tengo que creer en Dios ciegamente?
En esa escena se plantea además una frase que servirá para definir el personaje de Alexéi Fiódorovich: “¿Por qué le han puesto ese hábito tan largo? Si echa a correr…se caerá”, y que más adelante se reafirmará en la conversación con Rakitin.
No es el último momento es este libro (‘Una reunión inoportuna’) en que Dostoyevski hablará. También se dejará notar en la discusión Iglesia/Estado en la que pone sus pensamientos en boca de Iván Fiódorovich. Las réplicas a sus argumentos son meras demostraciones del carácter de los personajes: la serenidad de Zosima, la irritabilidad de Miúsov (Piotr Alexándrovich), la vergüenza de Aliosha, etc. Cuando se han expuesto todos los argumentos respecto a ese tema, la conversación degenera poco a poco en una pelea entre el padre, que ya admite que sólo busca crear un escándalo, Iván y Dmitri, por una de las características de la familia: la lujuria.
La conversación conduce (caballerismos de Dmitri, que se sienta tarde a ver la película, incluidos) con el gesto del stárets de postrarse ante Dmitri.
Después se explicará (Rakitin a Alexéi) con que lo hizo con inteligencia: “se olió un crimen” y, por una parte, haciendo un gesto inesperado de parte de un personaje de su grandiosidad, quedarían tan sorprendidos que pararían. Por otra parte, como se dice en la argumentación del libro, si se produce el crimen se correrá el rumor de que “su santidad adivinó el crimen y señaló al asesino”. De cualquier modo, se cuestiona que Zosima actúe sólo movido por bondad y amor, dándole un motivo algo más terrenal.
En la explicación que tanto he referido de Rakitin con Aliosha, se recuerda a Alexéi que es un Karamázov: “Tienes que colgar los hábitos”, “Eres un lujurioso, todos los Karamázov lo son”. Como decía antes, todos, incluso Zosima, le dicen que se quite el hábito, que si echa a correr…se caerá.
Para cerrar el libro segundo, está el escándalo en la comida del hegúmeno, como no, por parte de Fiódor Pavlovich.
Antes de esto se prueba que él es el culpable de todo mal, pues sin la intervención del padre pueden desenvolverse en ambientes más elegantes como uno más. Hasta que vuelve Fiódor, que no llega a montarse en la calesa sin pensar en actuar de bufón.
Grita de Von Sohn, insulta a quien le ha invitado, insulta a sus hijos, insulta a la Iglesia…vamos, se labra el odio de sus hijos, de los curas y de cualquiera que haya tenido que aguantar sus bufonadas.
Al final no se ha llegado a ningún acuerdo entre los hermanos, lo que no ha impedido que la trama se vaya despejando el sitio que va a ocupar cada personaje en la novela. Y a Dostoyevski parece que no le convencen mucho los santos. Ahora llegan ‘los lujuriosos’ (Escrito aquí suena más a Pajares y Esteso de lo que parece escrito a bolígrafo, vaya).
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